lunes, 2 de febrero de 2015

Tiempo de presentaciones: Tebeos, de Antonio J. Sánchez.

     Quienes lo hayan experimentado, coincidirán conmigo en que hay pocos placeres como el de acompañar a un amigo en la presentación de uno de sus libros. Esta vez, he tenido la suerte de poder hacerlo con uno de los grandes, consolidado pero en pleno crecimiento, de la poesía cotidiana; de saber ensalzar lo maravilloso de cada momento que nos pasa desapercibido: Antonio J. Sánchez y su Tebeos (Voces de Tinta, 2014).


      En este caso, no se trataba sólo de acompañar al poeta cuando habla de su nuevo hijo. Fue algo más, pues se retrató nuestra infancia, la de nuestros tebeos, la del Staedler Noris del 2, la que pasamos en la calle sin reloj ni horarios, sin los barrotes de la tecnología y la televisión que prometieron hacernos libres, cuando en realidad venían a esclavizarnos.
     Fuimos niños, pero aún lo somos, porque todo es mentira: tan sólo tenemos más arrugas, más barriga, más cicatrices... pero lloramos del mismo modo cuando nadie nos ve, sólo que con una voz más ronca.
     Cuando vi proyectadas las ilustraciones del libro, cuando sentí las imágenes que nos sugería Antonio en cada verso, me di cuenta de lo que en realidad estaba hablando, y ahora lo sé.
     No hay razón para quejarse. Nuestra generación tuvo mucha suerte; se nos concedió un tesoro que siempre nos acompañará y que ninguna otra tendrá jamás: El de saber apreciar de verdad las cosas buenas de la vida.

      No tuvimos tablets, ni ordenadores -No creo que un Amstrad CPC pueda aguantar tal definición- pero tuvimos TIEMPO. El de mirarnos a los ojos, el de sentir la compañía del verdadero amigo, el de imaginar la desnudez de una chica y crear un maravilloso mundo imaginario que, en realidad no existía.
     Ahora todo es distinto: Hay respuestas para todo. No hace falta cantar las canciones de memoria, pues están disponibles a un sólo click, y nadie imagina películas de Disney cuando se va a la cama; simplemente las ve en el DVD portátil.
     Lo siento chicos. Os han estafado pero bien. No descubriréis jamás lo que es desear algo y que no llegue. No podréis disfrutar la ilusión de que algún día tendréis algo. Vuestras historias, como las de Antonio y las mías, no tienen Continuará. Sólo tienen Fin. Nunca sabréis lo dulce que puede ser una derrota. Así que quedaos con vuestra abundancia, con vuestra lujuria, con vuestras películas robadas... que yo me quedo con mis tebeos.